01/03/17

GANDHARA, EL ARTE DE LOS KUSHANA



Miramos estas imágens y vemos que en gran medida nos son culturalmente ajenas aún reconociendo algunos rasgos estilísticos que presentan: posición en contraposto, un capitel corintio - en este caso con un Buda sentado como el Hércules de las termas de Caracalla-, un naturalista peinado de marcados mechones, una figura femenina en clara curva praxiteliana. Si, pero ¿que pinta Buda en todo esto?

Para entenderlo correctamento debemos retroceder hasta Alejandro Magno que en apenas trece años, entre el 336 y el 323 a.C., expandió el Imperio Macedonio conquistando una región tras otra, un pueblo tras otro. El largo periplo iniciado en la lucha contra los persas, le llevará hasta el norte de la India entonces compuesto por una serie de pequeños Estados en forma de monarquías o gobernados por una asamblea de notables.
Centrándonos en el Este, una vez dominada Bactriana continúa hacia la llanura del Indo para, en el 327, penetrar en el Punjab -sin llegar a conquistarlo- y tras fundar Alejandría del Indo, retrocede sin atravesar el río Hifasis para regresar descendiendo hasta el delta del Indo en el 325.


Si bien políticamente esta parte final de la expedición no se puede calificar de exitosa y a pesar de que el contacto cultural fue breve, el helenismo penetró en las puertas de la India, las colonias fundadas, ricas y poderosas, se convertirán en un foco vivo de la cultura helenística.
El expansionismo supuso un desplazamiento de población y la creación de nuevos asentamientos para los veteranos que le acompañaron en las campañas militares. Plutarco asegura que fundó más de 72 , hoy resulta más cierto que la cifra habría que reducirla a un máximo de 17, y por supuesto no todas fueron grandes urbes ni fundaciones ex novo, por el contrario se aprovecharon asentamientos preexistentes modificando el nombre, de hecho las más orientales no pasaron de ser fortificaciones levantadas sobre ciudadelas persas.
Muchas recibieron el nombre de Alejandría, la mejor conocida es la egipcia en contraste con las de Asia que por su localización, hoy muy conflictiva, no pueden ser sistemáticamente excavadas. En el mapa que sigue se recogen nueve Alejandrías y Alejandría Bucéfala, así nombrada para honrar a su querido caballo Bucéfalo enterrado cerca de la nueva ciudad.


Las nuevas ciudades tenían propagaron la cultura y civilización griega como herramienta de administración del imperio. El objetivo inicial fue dar solución a  las necesidades militares de la ocupación: control de rutas estratégicas y control del territorio. Paralelamente en algunos casos fueron creadas con una clara función comercial y en consecuencia dotadas de infraestructuras portuarias importantes dado que el comercio marítimo o fluvial abarataban costes de transporte.
El plan de repoblación incluía veteranos macedonios y mercenarios griegos junto con población indígena. Los textos antiguos refieren unos 10.000 habitantes para Alejandría del Cáucaso y casi otros tantos para Alejandría Oxiana. El asentamiento de las costumbres y modos griegos se apoyó en las instituciones sociales y religiosas: de gimnasios a teatros, de templos a mausoleos.
Las excavaciones de Alejandría del Cáucaso han demostrado que se trataba de una ciudad de dimensiones reducidas con una ciudadela separada de la parte urbana planificada ortogonalmente y rodeada de murallas reforzadas por torres cuadradas. Se considera el modelo seguido en las restantes.

La muerte de Alejandro significó el fin del Imperio macedonio fragmentado en reinos independientes en manos de sus generales. Seleuco se adueñó de la parte oriental del Imperio si bien la Bactriana acabó independizándose en el año 200 a.C. Comprendía entonces unas sesenta grandes ciudades con magníficos palacios y monumentos hoy perdidos por obra de las invasiones musulmanas. Había logrado expandirse por todo Afganistán, hacia el valle del Indo y hasta el Ganges.
Su fin como entidad individualizada se produjo por la invasión de los Kushana (50 a. C.), un pueblo de origen mongol desplazado hacia Asia Central por los hunos.
Los reyes Kushana fueron terribles conquistadores que expulsaron a su vez a escitas y partos creando un gran Imperio cuyo centro neurálgico fue la India noroccidental,  tan acostumbrada ya a los asentamientos de invasores, donde van a entrar en contacto con la cultura greco-romana. Al tiempo fueron hábiles administradores y poderosos intermediarios comerciales de la Ruta de la Seda.
El rey Kanishka impulsó la reforma budista (el budismo Mahayana) que  aportaba una importante novedad, la de que la salvación era posible para cualquier persona sin necesidad de pasar por la vía monástica.
Para difundir el nuevo budismo se multiplicó la construcción de stupas (monumento funerario de peregrinación) y viharas (monasterios rupestres), y, lo fundamental, se creó la imagen antropomórfica de Buda que hasta entonces tan sólo se representaba simbólicamente (árbol sagrado, quitasol, huellas de sus pies, asiento). Contar con  imágenes de culto -se incluyen también los bodisatvas- era un  elemento básico de proselitismo entre unas poblaciones muy diversas en sus creencias -animistas, hindúes, zoroastristas- y a menudo incapaces de comprender el simbolismo y las abstracción del budismo primitivo.
Sin embargo los kushana carecían de una base cultural fuerte por lo que optaron por tomar todos aquellos elementos locales previos que subyacían en los territorios ocupados y adaptarlos a la nueva filosofía. Y si recordamos que el sustrato era griego podremos afirmar que  la cultura invadida conquista al invasor. A este sincretismo es a lo que se denomina arte greco-búdico de Gandhara, un encuentro entre la tradición helenística y las creencias budistas, o dicho de otro modo un reducto culturalmente griego  -al que se suma lo romano- en Asia.
Ejemplo de esta interconexión es el relicario en oro del rey Kanishka (127 d.C.). Muestra en la tapa a Buda rodeado de los dioses hindúes Indra y Brahma; abajo el propio rey vistiendo la túnica tradicional y calzando las gruesas botas de los nómadas, entre guirnaldas con putti al modo greco-romano, y, al lado la firma del autor: Agisala, sin duda un griego de nombre Angesilas.
La estatuaria y los relieves greco-búdicos habitualmente se realizaron en materiales nobles -pórfido, esquisto, basalto,...-. El período de esplendor se desarrolla entre los siglos I y V, pero sus ecos alcanzan hasta el siglo VIII. Por supuesto, lo primero que tenemos que revisar es la imagen prototípica de Buda. Es una imagen idealizada en el sentido clásico de perfección formal, de edad indeterminada como los héroes griegos y estandarizada para ser reconocible en cualquier escuela. Estas son las pautas resultantes de la suma de inspiración griega y aportaciones partas:
  • postura recta (de pie, sentado o tumbado) y majestuosa, con los pies descalzos, vestido con un austero y pesado manto monacal (similar al himation griego y a la túnica romana) que transmite la musculatura evidenciando el interés anatómico
  • nimbo de santidad detrás de su cabeza. Una innovación del arte griego de Próximo Oriente, que pasará a Oriente y más tarde a Occidente
  • con los dos signos de hombre superior en la cabeza: la ushnisha (inicialmente un moño, luego una protuberancia craneal, símbolo de la energía espiritual concentrada) y la urna en el entrecejo (un mechón de cabello o una llamarada, símbolo de la iluminación)
  • rostro de serena sonrisa y actitud abstraída, pues la comunicación se realiza a través de los gestos de las mano (mudras)
  • conserva dos rasgos de su principesca vida anterior: los lóbulos de la orejas alargados por el peso de las joyas a las que renunció y los pliegues del cuello de una vida antes placentera


El tratamiento artístico es naturalista -no realista- al modo de un Apolo -incluso el moño lo recuerda-, de canon policletíco, con el movimiento de Lisipo  que multiplica los puntos de vista y la técnica fidíaca de los paños mojados que transmiten las formas anatómicas.










Junto a Buda, multitud de esculturas de los Bodhisattva, aquellas figuras moralizantes de quien renuncia al nirvana para seguir reencarnándose y ayudar a otros. Dado que su imagen no alcanza la sacralidad de Buda, se permite una menor idealización y por tanto un mayor realismo. Se presenta elegantemente vestido, lleno de joyas, ornamentado moño -compara con este del Apolo Belvedere- y con bigote, moda traída a la India por los escitas. El tratamiento anatómico es mucho más marcado. particularmente en el torso desnudo, a modo de un poderoso Hércules.


Otras divinidades del panteón budista o los mismos devotos evocan igualmente un transfondo clasicista iconográfico y estilístico.




Los tiempos finales derivan en formulaciones manieristas como muestra el denominado "Genio de las flores", un portador de flores como ofrenda. Esta obra -a la izquierda- en estuco estuvo en posesión de André Malraux, adquirida no muy legalmente y traída a Francia junto a otras piezas.
La producción en estuco se había multiplicado gracias a la amplitud del comercio y las relaciones con el Imperio Romano que fueron particularmente intensas con los Kushana y vivas aún en épocas más tardías, y sobre todo abarataba la producción.
Los relieves de los stupa que acompañan al devoto en la circunvalación del monumento, narran los episodios de la vida de Buda en escenas solemnes desarrolladas como un ciclo romano. Habitualmente cada pasaje se compartimenta con elementos arquitectónicos como pilastras, guirnaldas sostenidas por pequeños cupidos, atlantes e incluso cariátides ahora en forma de yaksis, los genios femeninos de la naturaleza.
Compositivamente domina la simetría con un claro eje central, la isocefalia, la ausencia de fondo y la distribución espaciada.




De la pintura pocas muestras se conservan, pero sin duda estas pinturas con ángeles y guirnaldas de una stupa de Miran (actual Xinjiang, China) recuerdan los frescos pompeyanos. Están firmados por Tita, sin duda un cierto Titus.

En oposición a la escuela de Gandhara, la escuela coetánea de Mathura, una de las tres capitales del Imperio, sin la influencia griega y más cercana a lo hindú, se decanta por una imagen de Buda mucho más idealizada conceptualmente prescindiendo de la belleza formal que la humanizaba. Alejado de la plástica profana intenta plasmar lo divino y lo trascendental, lo que resulta más coherente para  una imagen de culto en el marco cultural hindú, donde toda obra de arte es más importante por su contenido simbólico que por su belleza formal.


Los budas de Mathura son figuras suprahumanas, erguidas, simétricas y rígidas, mantiene el hábito monástico ahora en una ligerísima tela que se adhiere al cuerpo conformando pliegues paralelos y sinuosos de escaso relieve.
Pero es el estilo que acabará expandiéndose en toda la India y el Sudeste Asiático.El Buda de Gandhara y sus otras manifestaciones quedarán como un ejemplo temporal de esa isla greco-búdica que para los historiadores del arte occidental representa la más oriental propagación del clasicismo, mientras para los historiadores del arte oriental, significa la manifestación más exótica de la escultura budista. No implica una subordinación estilística, al contrario, los artistas gandáricos partiendo de la inspiración clásica la modificaron y adaptaron a sus necesidades creativas en aras de la enseñanza budista. Incluso la tendencia clásica de Gandhara convivió con disposiciones estilísticamente anticlásicas, muestra diferencias estéticas regionales o propias de la mano del artista

Y no podemos poner punto final sin hacer referencia a los Buda de Bamiyán (Afganistán). Esta ciudad tuvo un papel relevante como punto de descanso para las caravanas de la Ruta de la Seda lo que favoreció los intercambios culturales. El valle de Bamiyán está considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por su valor arqueológico.



El acantilado de roca arenisca que delimita el valle funcionó como lugar de retiro de monjes budistas. A tal fin se excavaron túneles y cuevas -o se aprovecharon las existentes- conformado grandes conjuntos de monasterios acompañados de santuarios. Un peregrino budista del siglo VII hace referencia a que Bamiyan contaba con más de diez monasterios y más de mil monjes.
El interior conserva restos de la decoración geométrica en estuco así como vestigios de pintura mural con representaciones de Buda que del mismo modo que los grandes colosos se realizaron siguiendo el estilo de Gandhara ya en su fase final. La ejecución se dataría entre los siglos III y V d.C.



Pero la fama mundial de Bamiyán viene de las monumentales imágenes de Buda talladas directamente en la roca, aún más concretamente la fama viene por su destrucción el 2001 "gracias" a los talibanes que sin contemplación alguna los dinamitaron.
Había tres esculturas en alto relieve encastrados en un nichos adaptados a la forma de la imagen. Dado que la arenisca se lamina con facilidad, los detalles de las esculturas, por ejemplo los pliegues del manto, se modelaron con una mezcla de paja, barro y estuco. Se cree que el mismo sistema se utilizaría para las manos y la cabeza, aunque hay otras opiniones que afirman que el rostro estaría recubierto de oro. Originariamente estaban pintadas en colores vibrantes
El más grande medía 53 m, el segundo alcanzaba los 38 m y el menor sería de unos 10 m.


Un desastre más de los que el mundo vive, nunca comparable a la pérdida de vidas humanas pero una pérdida verdaderamente lamentable.







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